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LA METAFÍSICA DEL DULCE DE LECHE

Por el mundo hay varios insolentes que dicen que el dulce de leche fue inventado en su país. Mentira! Es nuestro y basta. Puede ser liviano o espeso, pero es unitario y federal al mismo tiempo, y argentino hasta la muerte.


Pocas historias más ricas que la de nuestro querido dulce de leche. Obvio. Dejaremos para otra ocasión los números de la impresionante producción nacional de dulce de leche, o de la más impresionante todavía producción rioplatense.


Quedará para más adelante el relato del cuento en que ese Triangulo de las Bermudas que ya se trago la nacionalidad de Carlos Gardel y cuyos lados son la Argentina, Uruguay y Francia, se empine otra identidad de las cosas u otra procedencia cultural. O celestial.


Será más que entretenido el día que publiquemos las versiones y los argumentos de absolutamente todo el mundo intentando negar la sangre argentina del dulce de leche. Verdaderamente todo el mundo. Y, peor, atribuyendo a sus propios antepasados la invención del dulce de leche argentino.


Una barbaridad, escuchar nombres como arequipe, arequipa, majablanco, manjar blanco, doce de leite, milk jam, dolce di latte, confiture de lait, ¡cajeta!, cremita de leche.


No vamos a dedicar este artículo entero a enumerar los platos en los que el dulce de leche es protagonista, pero sorprendería ver su inserción en la gastronomía argentina, lo que se vuelve determinante a la hora de la apropiación.


Pero si ello no resulta convincente, ni el hecho de que aquí –como en Uruguay y en la República Dominicana– se llame de manera más bonita y musical que en cualquier otra parte del mundo, debe serlo la conocida historia de su nacimiento.


Se ubica en el año 1829, en una estancia de Cañuelas, en la provincia de Buenos Aires, casi en la misma región de La Matanza donde se concentra la mayor cantidad de pobres del país. Allí se fija un encuentro entre dos enemigos políticos. Juan Manuel de Rosas dirige los destinos del mundo argentino. Es federal. Representa una línea de pensamiento que quizá pueda trazarse hasta estos días. Juan Lavalle, enemigo. Unitario. Representa una línea de pensamiento que quizá pueda trazarse hasta estos días. Primos hermanos. Ambos amamantados por la misma nodriza. Hermanos de leche, casualmente.


Si nombráramos ahora a Manuel Dorrego, la historia se espesaría como el dulce de leche. Lavalle mandó a matar a Dorrego, gobernador de Buenos Aires, pero Rosas, el aliado del muerto, ocupa ahora su lugar. Historia oscura como el dulce de leche. Pero eso ya pasó, porque ahora Lavalle visita a Rosas. Algunos dicen que se habían citado, pero otros dicen que fue para el 17 de julio, lo cierto es que don Juan Manuel no estaba cuando Juan Galo llegó. Sostienen, también, que Lavalle cabalgaba desde lejos, o que se mantenía en plena batalla. Todos coinciden en que estaba muy cansado.



Lavalle se acuesta en el catre del mismo Rosas. Rosas, además de ser su enemigo, es terrible. Buscando el orden institucional desarrolló una firmeza tan temible como todo lo sanguinario que la literatura unitaria supo ficcionar. Ahí va la negra que preparaba la lechada, en busca de ayuda, al descubrir al enemigo público número uno del general don Juan Manuel, Su general, ultrajando su propio catre.


Biógrafos del dulce de leche vuelven aquí a contradecirse. Para algunos, la morena llegó con unos soldados apenas después de Rosas. Para otros, la negra se topó con su general antes de acudir por ayuda. Lo cierto es que aquí una seguidilla de historias, como un antiguo testamento, no se contraponen sino más bien se suceden y terminan creando una unicidad, conformando un paisaje. Porque tenemos que Rosas no permite que lo molesten en su descanso a Lavalle. Tenemos que habría dicho “dejalo, que es un valiente”. Y hasta tenemos que lo abrigó con su propio poncho. A todo esto quedó la lechada en las brasas. Las brasas no son tan fuertes. La lechada es leche que se va a usar en lugar del agua para cebar el mate. Lleva bastante azúcar. Algunos lo llaman “mate e’ madrina”. Cuentan que se popularizo en el desayuno de la pampa, a la vuelta de los trabajos que preside el alba. La morena encontró una pasta más suave que chirla. Al calor de la política se cocinó este dulce que si no nació en estas pampas, estaba aquí y ellas, las pampas, empezaron a crecer a su alrededor.



El dulce de leche se creó a imagen y semejanza de un relato político fundacional, perfecto e imperfecto, pero portador de un mensaje de algún mas allá. La metáfora de un dios, que propuso un contubernio que no debía quemarse.























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