NO ES MARTE EL QUE ATACA
Edmund Halley no sólo descubrió un cometa precioso y calculó con qué frecuencia lo veríamos, también fundó las bases de la astronomía moderna, que hoy en día anda preocupada preguntándose qué pasaría si Júpiter desapareciera.
En 1687, cuando Isaac Newton dudaba si divulgar su Principia mathematica, donde postulaba que todos los cuerpos experimentaban una fuerza de atracción por el simple hecho de tener masa, fue su amigo Edmund Halley quien impulsó la publicación del libro costeando los gastos de imprenta y haciéndose cargo de la edición. Halley llevaba más de 10 años estudiando las estrellas y realizando un catalogo. La teoría de Newton incentivó su trabajo con los cometas que lo convirtió en un vidente: no sólo afirmaba que el cometa 1P/Halley que había avistado años antes era el mismo que las crónicas señalaban en el año 1607 sino que también predijo que volvería a pasar en 1758. La base estaba sentada: la gran cola se vería cada 75 o 76 años.
En 1910 el cometa Halley causó estragos en nuestro planeta. En verdad, atravesó la órbita terrestre a una distancia de 24 millones de kilómetros pero, como es sabido, aquella presencia que alumbró los cielos durante unos cuantos días incitó la usual creencia de que el mundo se terminaría y muchos desafortunados optaron por no presenciar el trágico final. El desconocimiento de los estudios que Halley había realizado algunos siglos antes ayudó a aumentar el temor. Es así que hoy en día la ciencia, junto a la tecnología, se dedica con frecuencia a cubrir de información aquellos rincones del universo que nos aterran. Y las preguntan se disparan hacia el “qué pasaría si…”.
Mediante una simulación realizada por computadora se buscó conocer la influencia que el planeta Júpiter –el más grande del Sistema Solar– tiene sobre el recorrido de los cometas. El estudio reveló que si Júpiter tuviera la mitad de la masa que posee en realidad, la Tierra sería un lugar bastante más peligroso y proclive a la desaparición. Sin embargo, aunque parezca una paradoja, si este planeta gigante no existiera, la vida en la tierra sería bastante similar a la que existe.
Los cometas son fragmentos de hielo provenientes de regiones limítrofes del Sistema Solar. A medida que se acercan al sol las sustancias que los componen comienzan a evaporarse y a formar, para quien lo ve a la distancia, las conocidas colas luminosas. Según se cree la gran mayoría tiene su punto de origen en lo que se llama la Nube de Oort, debido al astrónomo Jan Hendrick Oort, y recorren una órbita elíptica lo suficientemente alargada para tardar miles de años en completarla. Lo importante es que estas formaciones de hielo con un diámetro de algunas decenas de kilómetros modifican su órbita constantemente cuando ingresan al Sistema Solar debido al acercamiento a los planetas mayores.
Es así que desde hace un par de años se consideraba al planeta Júpiter como una especie de protector que desviaba los cometas y evitaba que colapsaran con la Tierra causando una catástrofe. Algo así como un guardaespaldas. De hecho, como se comprobó, las alargadas órbitas de las cometas pueden ser fuertemente perturbadas por la gravedad del gran planeta. Y la gran masa de aquel planeta arroja algunos de ellos fuera del Sistema Solar. Sin embargo, no todo es tan sencillo, y la materia no se comporta de manera lineal.
La simulación, llevada a cabo con equipo de computadoras especiales, confirmó que los impactos de los cometas podrían ser más numerosos si Júpiter tuviera menos masa debido a que pocos cometas serían arrojados al espacio exterior. Pero, por otro lado, si Júpiter no existiera sería muy poco probable que algún cometa amenazara a la Tierra. Esto se debe a que Júpiter atrae a los cometas al Sistema Solar, sacándolos fuera de su reserva en el espacio exterior. Como resultado, el nivel de impacto de cometas sobre la Tierra no cambiaría en nada si Júpiter fuera borrado del mapa espacial.
En 1758 un variado grupo de astrónomos esperaba con ansias que se cumpliera la predicción de Halley. A medida que el año pasaba y el cometa no llegaba algunos de ellos decidieron analizar el problema y desarrollaron un sistema de ecuaciones más detallado. Tardaron seis meses pero finalmente afirmaron que el cometa llegaría en Abril de 1759 con un margen de error de un mes. La profecía de Halley se cumplió en Mayo y la falta de precisión era disculpable en consideración a la importancia de la proeza astronómica. Desgraciadamente Halley no lo presenció: había fallecido en 1742. Probablemente tampoco llegaremos a ver qué pasaría si Júpiter no estuviera. Pero el cometa de Halley marcó el triunfo absoluto del sistema newtoniano, y limpio los cielos de porquerías aristotélicas (y cartesianas) para dar paso a la astronomía moderna, a los viajes espaciales y a las fotos que nos muestran galaxias a diez mil millones de años luz, seguramente con sus propios cometas.