LA ERA DEL HIELO
El capitán ingeniero Álvaro Alsogaray asumió como Ministro de Economía del gobierno de Arturo Frondizi con su tristemente célebre frase “Hay que pasar el invierno”. El plan de ajuste logró, entre otras cosas, que los salarios perdieran el 24 por ciento de su poder adquisitivo.
“Hay que pasar el invierno”, declaró Álvaro Alsogaray, ni bien asumió como Ministro de Economía del gobierno de Arturo Frondizi, a fines junio de 1959. El flamante funcionario, que en simultáneo ejercitaba como interino de la cartera de Trabajo, días más tarde explicaría el sentido de la frase que dejo para la posteridad: “Quiere decir aguantar la terminación de alzas de precios que se inició en enero, en la seguridad de que para octubre la misma habrá concluido”, precisaba el ingeniero apodado “el Chancho”.
Meses atrás, el 29 de diciembre de 1958, el presidente Frondizi había anunciado el Plan de Estabilización, cuyas medidas principales eran: reducción en gastos de administración y en la obra pública, aumento de los impuestos internos (que no incidieran en el costo de vida), incremento en el valor de los servicios públicos como el transporte y precios libres. En ese contexto, y con la presión del poder militar, llegaba a Economía el titular del Partido Cívico Independiente, que iba a profundizar el ajuste.
Dentro de ese plan, que en sus bases tenía el cese de todas las movilizaciones obreras y dar por cumplidos los castigos a los movilizados, los principales damnificados fueron los trabajadores. De hecho, en sus primeras palabras por TV, Alsogaray informaba que iba a ser muy difícil que ese mes se pudiera pagar a tiempo los sueldos de la administración pública. “Se están juntando los últimos pesos que entran para tratar de hacerlo, pero no hay ninguna garantía… Esta es la realidad, triste pero histórica, que deben conocer los argentinos: estamos viviendo de los prestamos del extranjero”, se justificaba el funcionario.
La única posibilidad de incremento de sueldos estaba sujeta a la productividad. “Se trata de pasar entonces, señores, estas semanas de cualquier manera, echando mano a los últimos recursos, trabajando horas extra, o haciendo una changa extra”, planteaba quien muchos años más tarde fundaría la UCeDé. Una propuesta polémica que en las empresas traería aparejada la “toma de tiempos” y “los técnicos de racionalización”.
Desde el sector empresarial, se vio con buenos ojos su llegada al Ministerio de Economía. De hecho, Miguel Ángel Shaw, vicepresidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), expreso que le parecía muy atinado el enfoque de Alsogaray. En tanto, entre la dirigencia política, las opiniones fueron dispares. El senador Alfredo García, presidente del comité nacional de la UCRI, manifestó su satisfacción porque se les exigía el mismo esfuerzo a los trabajadores que a los empresarios. Mientras que el socialista Alfredo Palacios opinaba bastante diferente: “La capacidad de rendimiento depende del estado de salud y la manufactura más lucrativa es la de los hombres vigorosos y sanos de espíritu, lo que no se conseguiría con el plan de miseria propuesto por el Presidente de la Republica por intermedio de su ministro”.
Desde la prensa, hubo respuestas de índole diversa. Las reacciones oscilaron entre la crítica, la indiferencia y el apoyo a las medidas del flamante Ministro de Economía. Dentro de estos últimos, se destacó la posición del diario Clarín. “Este programa ha sido discutido y tiroteado desde todos los frentes. Pero… es ineludible; así lo han comprendido y proclamado quienes siguen desde el exterior este proceso histórico de la Argentina y así lo han entendido y proclamado también entre nosotros las fuerzas responsables del país, reconociendo que no hay otra salida”, decía el matutino fundado y dirigido por Roberto Noble en su editorial del 29 de Junio de 1959. El artículo, que destacaba la “valentía”, la “firmeza” y el “nuevo estilo” que traía el flamante plan, cerraba con una optimista frase: “Así pasaremos el invierno”.
El frío llego a su fin, pasó octubre y también los seis meses que Alsogaray había pedido como plazo para que la población empezara a gozar de los beneficios ante tantos esfuerzos, pero nada mejoró. Por el contrario, se incrementaron los despidos en la administración pública y en las empresas del Estado, los precios continuaron subiendo y los trabajadores, cuyos salarios reales cayeron un 24 por ciento, se empobrecieron. Una historia que se repetiría una y otra vez en los sucesivos gobiernos que prometieron la panacea a costa de los bolsillos de los sectores más débiles.